Cuando leí “Los cerezos en diciembre” quedó claro que debía leer la obra a la que en su alma hacía referencia La ley del espejo de Yoshinori Noguchi y que ahora Editorial Comanegra nos presenta en una edición especial ampliada y con una excelente traducción por parte de Sandra Ruiz Morilla.
Este volumen es un compendio entre una historia real y las reflexiones a las que el autor quiere acompañar al lector para profundizar en particular sobre las relaciones familiares y yendo un paso más allá en la propia construcción de la persona y cómo esto afecta a su relación con los demás.
Una obra presentada en tapa dura, relieves en portada y el detalle del punto de libro en forma de cinta roja que le da algo clásico a la vez que elegante ya que combina con las flores de la portada. Un color que en la cultura oriental simboliza la capacidad de curar, el amor y la relación filial, por tanto hay que remarcar la perfecta elección de ese color ya que en sí mismo simboliza la esencia de la historia que nos quiere contar.
La primera parte es la que se centra en “La ley del espejo”, una historia real a la que se le han cambiado los nombres a los personajes. Nuestra protagonista es Eiko, una mujer muy preocupada por su hijo Yuta, un niño que es asediado en la escuela, con un marido al que no valora ni escucha y unas relaciones familiares complicadas, como descubriréis.
En un momento en que cree que nada puede ir a peor llama al Señor Yaguchi, asesor y coaching que le hará realizar ciertos ejercicios para descubrir paso a paso que quizá el problema no es su hijo, sino que ella trae sus propios problemas y éstos se han ido reflejando en sus relaciones con los demás.
Unas conversaciones íntimas donde Eiko descubrirá su verdadera alma y cómo puede cambiar dando un primer paso hacia cambios más profundos en ella y al mismo tiempo en su entorno empiecen a tomar fuerza como si se tratara de un ciclón.
Una narración muy psicológica y profunda que nos llevará a reflexionar sobre nuestra propia ley del espejo o lo que actualmente conocemos más como Karma.
Sólo una advertencia, tened cerca pañuelos ya que es casi imposible no dejar escapar alguna lágrima.
La segunda parte del volumen se esconde tras el título “Cómo atraer la felicidad a nuestra vida” y es el punto en que el autor recupera su voz dejando a sus personajes evolucionando y hace reflexiones sobre el perdón, las relaciones padres e hijos, la culpabilidad y cómo llegar al último estadio que se centra en conseguir una vida feliz.
Un espejo donde los hijos pueden evaluarse como padres y su relación con los suyos, una introspección que invita en pocas palabras a soltar lo que nos estanca y nos enoja, odiar y llevar un peso en el corazón para dejar espacio a la gratitud, al respeto y al amor sincero. Básicamente nos invita a enfrentarnos a los retos de la vida como posibilidades para crecer y reflexionar hacia dónde nos quieren dirigir.
Una obra que se lee en un suspiro pero que a medida que profundizamos en las palabras del autor descubrimos que nos acompañará el resto de nuestra vida si nos aplicamos la ley del espejo y buscamos la felicidad basada en buenos cimientos.
En mi consejo de que lo leáis aplico mi parte de la ley del espejo.