Gracias a HarperBolsillo nos reencontramos con Matar un ruiseñor de Harper Lee, publicada en 1960, tuvo un éxito instantáneo, ganando el premio Pulitzer y pasando a convertirse en un clásico de la literatura moderna estadounidense.
La novela está inspirada en las observaciones de la autora sobre su familia y sus vecinos, así como en un incidente ocurrido cerca de su ciudad en 1936, cuando tenía 10 años de edad.
Aunque la novela trata sobre temas polémicos como la violación y la desigualdad racial, también es alabada por su calidez y humor.
El padre de la narradora, Atticus Finch, ha servido como ejemplo de moral para muchos lectores y como modelo de integridad para los abogados. Aunque la trama gira en torno a Atticus y la defensa que se le encarga de un hombre negro llamado Tom Robinson, acusado de violar a una mujer blanca llamada Mayella Ewell, uno de los aspectos que más impactan al lector es la visión que la pequeña Scout Finch sobre todo lo que sucede a su alrededor.
Un contrapunto entre una niña con una visión bastante adulta del mundo y la visión de una mujer que recuerda su propia infancia. Muchos de nosotros hemos disfrutado con la adaptación cinematográfica de la novela, lo que una vez leída no me extraña, ya que las descripciones de su autora parecen más un guión cinematográfico que una novela en sí.
Su prosa es muy fluida, un retrato fiel de una época oscura donde el racismo imperaba en la sociedad estadounidense y donde la justicia no era igual para todos, donde también imperaba la desigualdad entre hombres y mujeres y donde la vida del sur era muy cerrada y oclusiva.
Si tuviera que intentar clasificar la novela en un solo género reconozco que me encontraría en una tesitura bastante complicada, creo que la mejor idea que puede resumirse la sería la idea de una novela donde el crecimiento madurativo de los personajes juega un papel muy importante, la crítica social se destilada con elegancia y la justicia se puesta a prueba.
Una novela que busca un contrapunto entre las injusticias y la compasión, un retrato que sin pretenderlo sacude la moralidad y la escala de valores más superficial en la que vivimos actualmente y nos traslada a una época donde un apellido podía pesar más que toda la razón y la verdad del mundo. La novela desafía a la sociedad de la época, muestra lo que muchos quieren esconder bajo la alfombra, incluso fue considerada una novela inmoral por su trama sobre la violación.
Poco os diré sobre la trama, ya que seguramente ya la conocéis, pero reconozco que ha sido todo un placer reencontrarme con sus personajes y disfrutarlos página a página, sin prisa y saboreando las breves lecciones que en ella esconde.
Citando la propia autora, en una de las pocas veces que dio voz para defender su obra recordaremos: "Seguramente resulte claro a la más simple de las inteligencias que Matar un ruiseñor explica detalladamente en palabras que son poco más de dos sílabas un código de honor y conducta, cristiano en su ética, que es herencia de los del sur ".