Hoy
estamos de enhorabuena dado que volvemos a hablaros de Joël Dicker, el aclamadísimo autor de “La verdad sobre el caso Harry Quebert” que con su juventud ha conquistado al
público, a la crítica y al mundo editorial que se lo rifa.
Ahora
recuperamos su primera novela Los
últimos días de nuestros padres en la que nos narra las aventuras y las
desventuras de personajes anónimos que sufrieron la Segunda Guerra Mundial.
En
este caso se sumerge en el año 1940 en el momento en que Wiston Churchill
creará una sección de servicios secretos para llevar a cabo acciones de
sabotaje desde el corazón de las líneas enemigas.
Por
otro lado tenemos al jovencísimo Paul-Émile dejando su París natal para
establecerse en Londres con la esperanza de unirse a La Resistencia. Tan grande
será su instinto y su talento que será llamado por la organización de
Churchill.
Después
de entrenamientos y preparación serán enviados a la Francia ocupada, el
espionaje alemán ya ha sido alterado.
Muy
pocos son los que resisten y conocen valores tan puros como el amor, la
amistad, la lealtad, el miedo y la libertad pero a la vez arriesgan demasiado
su pellejo.
Fruto
de un gran trabajo de documentación, investigación y dotado de una gran
imparcialidad e inteligencia emocional tenemos entre manos una obra que nos
narra cómo se fue desarrollando este truculento periodo histórico desde ambos
puntos de vista.
En
el devenir de los capítulos nos damos cuenta de la dureza de ese periodo
histórico y aunque el autor lo ficcione creando unos personajes increíbles nos
damos cuenta de lo que tuvieron que vivir nuestros antepasados.
Gracias
a la gentileza de Alfaguara podemos
desgranar un periodo histórico sangrante y a olvidar pero matizando bandos y
mostrando a modo fotográfico el terror y las emociones de los que estaban en
medio del conflicto.
Con
tan singulares personajes de todas las nacionalidades involucradas y con
diferentes creencias uno se engancha a una novela en la que el tiempo parece
desvanecerse y se convierte en fotografías que se clavan en la mente y en el
alma.
Solo
para acabar os dejamos con una reflexión:
Ya
lo decían los latinos “Homo homini lupus”. Con tanto poder, ambición, ansia de
crecer y ser importante no miramos a los de al lado. Como mínimo podríamos
aprender revisando esta historia y no repetir
errores cometidos y andar desde el hoy un camino menos traumático y más
global. El cambio está en nosotros.