“A veces el destino nos pone a prueba para que sepamos
que existe”
Hoy voy a entonar un mea culpa, hace unos días una buena amiga me invito a
leer “El día que se perdió el amor” pero yo no había leído su entrega anterior,
así que siguiendo su sabio consejo, que nunca falla, me vi atrapada en El día que se perdió la cordura, la
primera novela de Javier Castillo,
todo un éxito de ventas y de público y que yo ahora os recomiendo
fervientemente.
Un thriller atípico, con giros inesperados, personajes definidos y otros
más desdibujados que presupongo se perfilaran en su segunda entrega y que en
cuanto termine esta reseña empezaré a leer.
La novela empieza con una descripción casi fotográfica, una imagen que el
lector no podrá sacarse fácilmente de la cabeza, un hombre camina desnudo por
la calle con la cabeza de una mujer joven en las manos aun sangrando.
En el centro de Boston, a pocas horas de Navidad aparece a quien todos
llamaran “El decapitador” dado que no habla y no se le puede identificar. Este
hombre será llevado a un centro psiquiátrico para ser evaluado por el Dr. Jenkins,
una eminencia quien desde un principio le considera alguien muy listo y
peligroso.
Poco después aparecerá allí una caja misteriosa que involucrará al FBI,
Stella Hyden se dedica a crear perfiles de mentes perturbadas, pero a partir de
este momento, el autor nos invitará a retroceder diecisiete años en el tiempo y
a un momento en que el reloj empezó una cuenta atrás en el pueblo de Salt Lake
y ahora es tiempo pasar cuentas.
Una historia de contrapuntos, de amor y odio, de felicidad y tristeza,
donde la cordura y la locura se dan de la mano y nos recuerdan que hay locos
que están muy cuerdos y cuerdos que esconden en su interior una gran locura.
La novela está formada por capítulos cortos que le aportan dinamismo,
narrada en primera persona por Jacob y Steven y en tercera persona por un
narrador omnisciente que altera la narrativa creando una conjunción única de
voces fácilmente discernibles para el lector.
Estos capítulos vienen introducidos por la fecha, la hora y el lugar donde
nos deberemos situar, una pequeña referencia tangible dado que la trama está
repleta de giros inesperados, de falsas apariencias, de máscaras y de acción.
Un thriller en toda regla, altamente adictiva y poco predecible, el autor
nos lleva por una ruta poco transitada donde la manipulación creará un juego de
sombras y reflejos que os llevará a leer un capítulo más hasta el final donde
las ganas de continuar hacen que la piel de los dedos piquen al no poder pasar
otra página más.
Debolsillo nos ofrece un novelón que bien
podría ser llevada a la gran pantalla. Para todos aquellos escépticos que no
habéis caído aún en la locura, os dejo aquí sus primeras páginas.