No voy a engañar a nadie, así que
empezaré diciendo que estoy atrapada en la saga de “Las siete hermanas” de Lucinda Riley.
Ya hemos conocido a cuatro de ellas
en “La
historia de Maia”, “La
hermana tormenta”, “La
hermana sombra”, “La
hermana perla” y ahora le toca el turno a la siguiente, Tiggy, en La hermana luna.
Para todos aquellos que aún no
habéis caído en sus redes os recomiendo esta saga encarecidamente, todo parte
con la muerte de Pa Salt, el padre adoptivo de todas ellas y su herencia, cada
una de ellas recibe una carta y un objeto especial. En las cartas hay algún
detalle que les facilitará descubrir sus raíces y a sus antepasados biológicos.
Tiggy es un alma buena, generosa,
vitalista y con un don especial en su relación con la naturaleza, este hecho la
lleva a trabajar a las Highlands escocesas donde se reproducen los gatos
monteses y se cuidan otras especies.
Esta habilidad o mejor dicho
sensibilidad la hace muy especial, un ser que ilumina a su alrededor, es como
si en su sangre hubiera un torrente de magia ancestral que le ayuda a
comunicarse con los animales, incluso con el ciervo blanco.
Allí convive con personas
maravillosas y trabaja para Charlie Kinnaird, un terrateniente encerrado en un
matrimonio infeliz y que se verá atraído por nuestra protagonista.
Estos sentimientos son imposibles,
hecho que impulsara a Tiggy a viajar a España para descubrir su historia, donde
descubrirá sus raíces gitanas y aprenderá a controlar su don natural.
A partir de este momento el peso
narrativo será compartido entre ella y Lucía Amaya, una gran bailaora nacida en
el Sacromonte y quien tras bailar durante su infancia en tablaos en Barcelona
parte a Nueva York huyendo de la Guerra Civil.
Lucía es la mejor y ello en ciertos
momentos se le sube a la cabeza mostrando una gran altanería y prepotencia, es
una mujer fuerte y complicada con la que no hay término medio, levanta odio y
pasiones a partes iguales.
Una historia que acerca a las dos
mujeres en el punto en que en sus vidas deberán decidir si siguen a su corazón
o a su vocación. Quizás puedan hacer las dos cosas o quizás cada una escoja un
camino diferente.
De todas las entregas está es la que
he encontrado más descompensada entre las dos protagonistas, hasta ahora las
dos tramas temporales pesaban igual en la narración y atrapaban por igual, pero
en está me ha parecido que destaca más Tiggy que Lucía, quizás al entrar en un
terreno conocido por el lector este toma una dimensión diferente y no hay tanta
novedad o sorpresa.
Lo que sí he de reconocer es que su
prosa sigue brillando como una constelación en noche oscura, sus descripciones
son muy detalladas y su conocimiento de los lugares es muy sólido dado que la
autora los visita, hay detrás un gran trabajo de documentación en este aspecto.
Plaza & Janés nos ofrece esta quinta entrega con un pequeño regalo, el
primer capítulo de su siguiente entrega donde conoceremos mejor a Electra, un
nuevo sol que espera brillar en nuestro firmamento lector.
Aquí os dejo sus primeras páginas,
si tenéis la oportunidad no la dejéis escapar.