Por Maria Valle Viña
Duomo
Ediciones en su
colección Nefelibata nos presenta una narración del pasado de la mano de Julie Otsuka, que pone voz a las
mujeres que, procedentes de Japón, llegaron a San Francisco a principios del
siglo XX en busca de una vida mejor. Estas mujeres viajaron para encontrarse
con sus esposos, a los que no conocían pero a quienes imaginaban tal y como
ellos se habían descrito a sí mismos en sus cartas.
Muchas eran casi niñas, con miedos y
dudas, ilusionadas, con sus kimonos blancos guardados en sus ajuares. Pero
pronto se dieron cuenta que ni sus maridos eran lo que prometían ser ni su vida
allí iba a ser fácil.
Con una prosa maravillosa Julie Otsuka ha conseguido seducirme y
embelesarme. Consigue que la narración de una realidad desgarradora sea bella.
Con una prosa privada de sentimentalismos consigue de manera magistral acercar
las sensaciones más profundas, las esperanzas, los sueños, las decepciones, la
realidad y los hechos cotidianos de un
gran grupo de mujeres que viajaron para conseguir tener una vida mejor.
Buda
en el ático explica
una realidad, una parte de la historia de forma precisa y evocadora de una
forma que conmueve e hipnotiza. La narrativa es sencilla y perfecta para
definir todos los sentimientos y las sensaciones que evoca el libro.
Julie
Otsuka que nació y
creció en California, estudió en las universidades de Yale y Columbia y actualmente
vive en Nueva York. Su primera novela, When the Emperor was divine, publicada
en 2002 y basada en la experiencia de su propia familia, fue un gran éxito y
está considerada como un clásico contemporáneo.
Con Buda en el ático ha recibido el premio PEN/Faulkner y ha sido
finalista del National Book Award y mejor libro del año en The Boston Globe y
la revista Vogue, entre otros muchos reconocimientos. Según el San Francisco
Chronicle es “una obra maestra destinada a perdurar” opinión que comparto
totalmente.
Os dejo con la opinión del Jurado
PEN/Faulkner y con un fragmento del libro: “Julie Otsuka ha creado una voz
hipnótica e irresistible, que engarza su historia con el poder de las leyendas
que pueblan nuestros sueños y con las verdades que no se pueden soportar. Nos
ha robado el corazón”
“Algunas
éramos de Kioto. Algunas éramos de Nara. Algunas
éramos de una pequeña aldea montañosa. Algunas éramos de Tokio. Algunas éramos
de Hiroshima. La más joven de nosotras tenía doce años. La mayor tenía treinta
y siete, era de Niigata. Algunas éramos de Kumamoto, donde no había hombres
casaderos. Eché un vistazo a la foto y le dije a la casamentera: Este me vale”