dilluns, 21 de desembre del 2020

El fantasma y la señora Muir

Da gusto poder hablar de una novela clásica y reconocer su poder de persuasión, como ha conseguido atraparme, como he creado la falsa ilusión de que estaba en Whitecliff y de que el mundo terrenal y el espiritual bailan juntos en el filo de una navaja marinera.

La Editorial Impedimenta nos presenta El fantasma y la señora Muir, obra de R. A. Dick y con una excelente traducción de Alicia Frieyro.

La portada de eta novela evoca un plácido paraje cotero, un pueblecito donde parece que la vida pasa lánguidamente sin sobresaltos y donde el rugir de las olas junto a su vaivén marca el paso del tiempo.

Nuestra protagonista es Lucy Muir, un joven que tras quedar viuda se muda a Gull Cottage en Whitecliff, una casa embrujada donde según todos vive o mejor dicho reside el fantasma de un capitán marino, Daniel Gregg, antiguo propietario de la casa y con la misión de espantar a todos los que le molesten.

Lucy no hace caso de los cotilleos y se instala en la casa, allí conocerá a su fantasma, un hombre con quien tendrá grandes diálogos y discrepancias, hasta tal punto que lo que se planteaba como una novela gótica pasa a ser un amor platónico entre dos seres en mundos diferentes que va más allá de la propia razón.

Lucy descubrirá en el capitán algo que ni sabía que buscaba y el Capitán encontrará en ella alguien con quien compartir más que una amistad.

Todo cambiará cuando Lucy empiece a escribir las memorias del capitán y aparezca en escena alguien que pondrá a prueba su bondad de corazón, apartándolos el uno del otro aunque sus vidas o tiempo en el más allá discurran en paralelo y n se reencuentren hasta el final del camino.

La prosa de la autora es magnífica, el tempo es sostenido y creo que a obra se adelanta a su tiempo mezclando géneros dramáticos, románticos y de ficción. Sus descripciones son muy cuidadas y la construcción de los personajes es una absoluta delicia presentándolos desde todos sus ángulos haciendo lo irreal casi real.

La verdad es que al terminarla se me ha escapado una lágrima y realmente me he sentido como Lucy, no sé si de tristeza o de felicidad.

Por si os pasa como a mí y queréis más he descubierto su versión cinematográfica en blanco y negro del año 1947, muy recomendable aunque siendo sincera me quedo con la versión literaria.