No he podido parar de leer, Olivia Ardey me ha enamorado, seducido,
emocionado, me ha hecho llorar como una madalena, he reído y he soñado, pero lo
mejor de todo es que la lectura de su última novela Los hombres de Texas no hablan de amor me ha dejado una sensación
de felicidad y paz al final.
Realmente me ha sorprendido la
profundidad de su narración, me esperaba una novela dulce y romántica, con sus
altos y bajos, tal y como dice la protagonista algo al estilo de Diana Palmer
pero me he encontrado con mucho más, una explosión de sentimientos que
traspasan el papel, unos personajes construidos capa sobre capa y que fluyen a
través de la historia y que nos muestran sus almas y sentimientos.
La historia empieza presentándonos a
Samantha, Sam, una niña sin padre y que pierde a su madre siendo muy pequeña, a
partir de ese momento se transforma en la princesa de la casa de Krystel y Anthony, dos personas que le
inculcaran el amor por los libros y la literatura.
En su época universitaria viajará a
Texas para estudiar la cultura y sus historias y allí conocerá a Jasper, un
vaquero que es más de lo que parece y con quien vivirá una historia apasionada
y a su vez el recuerdo más amargo de su vida.
Ocho años después regresará para
escribir la historia de la abuela de Jasper, a partir de este momento la
narración se divide en dos, la historia de Sam y la de la abuela Mary. Dos
vidas con puntos de inflexión y en ciertos momentos muy parecidas.
Conoceremos a Mary a través de la
voz de su marido, el abuelo Simon, ella es una superviviente, una luchadora que
encontrará el amor verdadero en Simon, un profesor de escuela que poco a poco
logrará enamorarla. Una historia llena de amor y dolor, de rechazo, de pérdidas
y a su vez nos situará en una época marcada por la guerra de Vietnam y los
cambios políticos. En este punto no podemos olvidar a los personajes
secundarios, a más de una la hubiera estrangulado.
Sam no será muy bien recibida pero
poco a poco descubrirá cuál es su lugar y aunque la amargura y el rencor llena
su corazón, este poco a poco se calmara, aunque la traición que ha sufrido
tiene como culpable a alguien que no espera y que a su vez forma parte
indirecta de la vida de Mary.
Dos historias que acabaran
entrelazándose y uniendo a dos familias que por motivos del cruel destino
podrían haberse unido generaciones atrás. Me ha sorprendido que ninguna de las
dos historias anule a la otra, se equilibran a la perfección y los saltos en el
tiempo están muy bien definidos y marcados. Me he enamorado de las dos
historias, no podría decantarme por ninguna de ellas, ambas se complementan
formando un todo.
Una historia creada por pedazos y
retales de recuerdos, con añoranza del pasado y a su vez esperanza en un
futuro, dos hombres que aprenden a amar con la mujer adecuada y dos mujeres que
encontraran su refugio en el corazón de un hombre capaz de dejarlas ser ellas
mismas.
Esencia nos regala algo más que la fantasía de un vaquero rudo y
cañón, nos presenta una familia forjada en el amor y el cariño, capaces de luchar
por mantenerse unidos ante las dificultades y con la sencillez que aporta la
felicidad de los pequeños detalles como una tartaleta de limón, donde la
amargura y el dulzor se mezclan a la perfección.
Un deleite para los sentidos. El
único pero que le voy a dar es que se me ha hecho muy corta, apenas un par de
tardes y ya me he tenido que despedir de ellos aunque he releído algunas partes
que se quedaran de momento conmigo.
Una edición con el extra de una nota
de Jasper, algunas historias contadas generación tras generación en Texas y su
propia banda sonora.