H.G.Wells uno de los padres de la
ficción en mi modesta opinión exploró en El
hombre invisible los límites éticos de la ciencia y la obligación del
científico de actuar de forma ética y moral más allá del poder que le otorgan
sus descubrimientos, transformando así a su personaje principal, el Doctor Griffin
en un hombre que por codicia explora los límites de lo inimaginable con un
efecto secundario no deseado.
El Doctor Griffin descubre la manera de alterar su propio
cuerpo de manera que se adapte al ambiente refractando la luz, la cuestión es
que tras este descubrimiento intentará encontrar la manera de reverter sus
efectos.
Así comienza la historia que muchos conocemos gracias a
su novela o a las diversas adaptaciones cinematográficas más o menos fieles al
original.
Este llega a la posada The Coach and Horses envuelto en vendas y tapado con un grueso abrigo y
sombrero, un hombre solitario que trajina en su habitación con sustancias
químicas, hecho que coincide con diversos robos aunque nunca se ve al ladrón.
Lo que nuestro hombre
invisible no preveía era la reacción de los demás y como le afecta a él el
poder del miedo que genera, un poder que crece en su interior envenenándole la
mente y transformándolo en un lunático con ansias de gobernar e imponer su
reino de terror.
Poco más puedo decir de la
prosa del autor, contundente, con las palabras bien medidas y con un tempo que
se adapta a las circunstancias, pero en este caso y en el ejemplar que nos
presenta Libros del zorro rojo lo
que hay que destacar son sus ilustraciones.
No puedo negar que soy una
incondicional de los volúmenes que esta editorial nos presenta transformando
grandes obras de culto en algo más tangible y con una gran visión pictórica, si
se me permite la expresión.
Esta vez será Luis Scafati quien nos mostrará el
mundo tortuoso de nuestro amigo invisible haciéndole visible en alma y
finalmente en cuerpo.
Ilustraciones a página
completa y a doble página donde solo se combinan el blanco y negro, sus
superposiciones y las ilusiones que provocan sus contrastes, un juego de luces
y sombras que nos llevan a sumergirnos en la locura, en aquello que sus
personajes no ven pero que sienten.
Del mismo modo que nos
conmovió con las ilustraciones de “Drácula” donde ilustraciones oscuras, siniestras,
sinuosas, lúgubres, poco abstractas y muy conceptuales, con toques metafóricos
y pequeños detalles atraían la atención del lector.
Todo un maestro capaz de mostrar lo invisible y ocultar
lo visible. Nada es azaroso en sus ilustraciones.