Hoy vamos a hablar con una autora que ya es como de la familia, nos
conquistó con sus anteriores novelas “Cuando el corazón perdona”, con la que
ganó el premio Vergara – El Rincón de la Novela Romántica, “Cuando el amor despierta”, y hoy nos vuelve a
seducir con Cuando la pasión espera,
estoy hablando de Ruth M. Lerga, una
novelista que ha recreado la sociedad londinense del 1800, destacando con unos
personajes femeninos increíbles y tres rufianes al más puro estilo de los tres
mosqueteros.
Sus novelas combinan perfectamente sentimientos de pérdida y dolor, con la
esperanza, el amor y las segundas, terceras e incluso alguna cuarta oportunidad.
Cada página de sus novelas esconde un corazón latiendo que escribe sus páginas
con estilo y elegancia.
Hoy tenemos el placer de hablar un poco con su autora, así que mejor le
damos la palabra.
¿De pequeña eras una niña de muñecas
y juegos de recreo o ya apuntabas más hacia los cuentos y las historias cerca
del fuego? Nunca fui una niña de
muñecas, recuerdo jugar con un camión enorme, pero mi hermana y yo éramos
“animales de exteriores”: patines, bicicletas, movernos de aquí para allá con
un bocadillo en la mano… Eso era los fines de semana, que nos trasladábamos de
la ciudad donde vivíamos a un pequeño pueblo cercano. Entre semana leía mucho,
tanto que el bibliotecario todavía me recuerda porque iba a diario a cambiar lo
que había elegido el día anterior. Y las historias me las contaba por las
noches si no caía rendida, y cuando estaba castigada. Sobre todo cuando tenía
que recapacitar sobre alguna de las muchas trastadas, jajaja. Prefería soñar
despierta pero poner cara de reflexión. Los niños no somos tontos, solo niños,
pero nos las arreglamos.
¿Cuándo sentiste por primera vez que
el mundo de las letras te estaba esperando? ¿Fue un impulso o lo llevabas
meditando tiempo atrás? En el
colegio mis cuentos solían ser elegidos por los compañeros de clase como los
más amenos, o divertidos, o mejor escritos. Pero eso fue hasta los catorce. No
volví a escribir. A soñar, a imaginar, a dejarme llevar, desde luego. Pero
nunca me planteé escribir. No es que lo considerara inalcanzable –desde luego
admirable, muchísimo–, es que ni me lo planteé pare desecharlo como tal: nunca
se me pasó por la cabeza intentarlo. Mi madre dice que tengo algunos cuentos
escritos con siete u ocho años, y mi hermana recopiló algunos poemas sobre
animales, personajes de cómic y cosas así que debí escribir con diez. Pero ni
siquiera lo recuerdo, tan poco me marcó.
¿Cómo consigues compaginar tu vida
personal con la vida de escritora con éxito? ¿Escritora de éxito?, jiji, no diría tanto. Lo compagino, como casi todos,
supongo, como puedo. No estoy casada y no tengo niños, de momento. Y tengo un
horario cómodo. Así que si el brazo me lo permite –tengo una lesión crónica y
dolorosa– escribo. Lo cierto es que tengo que recordarme que tengo una vida
fuera de mis páginas, o me pasaría más tiempo soñando despierta que viviendo.
Me dejo llevar y se me pasa el tiempo volando.
¿Cuál es el rasgo principal de tu
vertiente como escritora? Soy una
lectora del género romántico desde hace veinte años. He visto y leído novelas
“de todos los colores”, así que desde que salí a las estanterías por primera
vez me prometí que no publicaría nada que supiera hacer mejor. Soy exigente y
mucho. Tengo algunas compañeras que me pasan lo que han escrito para que las
azote, literal y literariamente. Para mi desgracia esa capacidad de ver
cualquier inconsistencia ajena por ínfima que sea no puedo aplicármela, no
tengo la capacidad de desentenderme de lo que hago y dar un paso atrás.
Afortunadamente y contrariamente a lo que pueda parecer escribir no es un
proceso solitario, y en la editorial donde trabajo –sí, cuando escribo,
trabajo; al igual que cuando entro en mi oficina, también lo hago– hay editores
y correctores que me guían cuando sé que me estoy perdiendo, o que ya voy a la
deriva.
Me gustan las novelas con humor ácido, ese tan inglés, con diálogos
ingeniosos, con personajes bien definidos, con una trama romántica clara, con
sensualidad y química a partes iguales, con pequeñas pinceladas que definan la
época sin abrumarme o aburrirme… pero sobre todo me gustan las buenas novelas,
esas que sabes que han sido escritas con mimo y trabajadas después.
Ya os lo he dicho: soy lectora de muchos años y he visto de todo.
Si pudieras hacer un viaje en el
tiempo y organizar una cena literaria ¿Quiénes serían los invitados? ¿Qué
autor estaría sentado a tu lado? Pues si tuviera que elegirlos no lo haría
por lo que han escrito sino por lo que han vivido. Soy curiosa, y mucho. Me
gustan las vidas ajenas. No mórbida ni cotilla, solo curiosa, que conste. No
leería una biografía, no soy capaz, me aburren, pero sí soy preguntona y cuando
busco algún detalle, si es interesante, me zambullo y puedo pasar una tarde
buceando por la red sin darme cuenta.
Me sentaría con Mary Wollstonecraft, y no solo por sus novelas, precursoras
del feminismo, sino porque vivió como pensaba, y así de mal le fue. Pero era
una valiente. Y con Shakespeare. ¡A ese lo necesitaría una semana entera! De
hombre de familia humilde a el favorito de toda la sociedad… ¡menuda vida de
desenfreno se pegó el amigo William!
A Elizabeth Gaskell antes que a Austen, y que me perdone la enorme señorita
Jane, pero Elizabeth escribió novelas tan valientes como “Ruth”, cuya
protagonista es una madre sotera en 1853, en el momento más puritano de la
Reina Victoria. Fue, de un modo distinto a Wollstonecraft, otra abanderada de los
cambios para las mujeres que hoy somos.
Y como tales, todos los que cupieran en el Palacio de Saint–James en una
noche interminable. Pero insisto, grandes o pequeños de la pluma, siempre por
sus vidas.
Y quien habla de británicos habla de gente de casa: Lope de Vega, otro que
se bebió la vida, Quevedo y su sátira, Lorca y su sensibilidad infinita…
¿Crees que las redes sociales y la
oportunidad de feedback te acerca más al lector? No busco en las redes un acercamiento “al lector”
como tal, busco a otras lectoras que como yo disfrutan con una buena novela
romántica. Suelo acercarme más a las de Regencia, por afinidad, pero es más que
un acercamiento un encuentro.
El feedback… es complicado. Tengo tres o cuatro personas muy claras sobre
lo que escribo, pero sus críticas vienen, precisamente por eso, antes de que la
novela se publique. Las críticas anónimas suelen ser mejores cuando son eso:
anónimas. Cuando conoces a alguien es difícil decirle que no te gusta lo que ha
escrito. Aun siendo una crítica de gusto y no de técnica o estilo, es
complicado. Esas vienen bien para saber qué potenciar, que también es
importante. Pero para corregir la gente de mi círculo íntimo y la que se oculta
tras una pantalla de ordenador son las menos subjetivas.
Tengo la fortuna, además, de no recibir críticas viscerales o virulentas.
Me siento respetada en ese sentido.
Hay mucho intrusismo en el mundo de
las letras, ¿crees justo que os hayáis de justificar demasiado por vuestro trabajo?
¿Honestamente? Ahora sí. Hace veinte años no me avergonzaba leer romántica.
Recuero aquellas portadas terribles con Fabio sin camisa y una damisela a sus
pies, portadas por cierto que se mantienen en Estados Unidos, y no las tapaba
por dignidad propia: leía –y leo– romántica y no me avergüenzo.
Hace ya muchos meses, muchísimos, que las lectoras nos quejamos de exceso
de publicaciones. La lectora de romántica es fiel, y lee mucho. Y ha aumentado.
Era un nicho de mercado por explotar (trabajo en banca, ¿lo he comentado?
Jijiji) y al calor de ese mercado en potencia han nacido nuevas autoras de
casa, entre las que me incluyo, y nuevas editoriales. La demanda se incrementó,
lo hizo la oferta, y la calidad, me temo, se ha resentido y mucho. Y no en unos
u otros subgéneros como se pretende achacar para echar balones fuera, sino de
manera casi aleatoria. En este momento salvo a tres editoriales, que creo
mantienen criterio y exigencia. El resto… es una lotería comprar o no una buena
novela.
Duro pero cierto.
Así que me temo que ahora sí tengo que justificar demasiado a la romántica.
Y a veces me cuesta hacerlo porque no sé por dónde defender según qué
historias. No géneros, sino novelas de todos los géneros. Culpar a unos u otros
no sirve ni se acerca en absoluto a la realidad. O no a la realidad que yo
percibo.
Todas tus novelas han sido un éxito,
empezando por un debut fulgurante con el Premio Vergara – El Rincón de la
Novela Romántica ¿Qué expectativas tienes frente a la novela que hoy
presentamos? Bueno, esta era una
novela esperada. Estos casi cinco años los mails preguntando por James y Judith
han sido un goteo constante. Goteo, espaciado, pero las chicas no se han
olvidado de ellos. O de él, sospecho, jijiji.
Y la novela reúne, creo, lo mejor de las otras dos, la madurez y
romanticismo de “Cuando el amor despierta” y la frescura y ritmo de “Cuando el
corazón perdona”.
Pero las expectativas son complicadas. Es fácil morir de éxito: gustas
tanto que te piratean. Y si te piratean no vendes y no te pueden
publicar, con
lo que no tienes editor y corrector que te guíen. Es la pescadilla que se
muerde la cola.
Confío en que se venda bien, que el boca-oreja funcione, es lo que te
mantiene, opino, a largo plazo, y que guste, porque tengo intención de seguir
escribiendo y me encantaría que quisieran leerme, jajaja.
Eres una autora que tiene éxito
entre la crítica, entre los lectores ¿Cómo te sientes frente a una opinión casi
unánime sobre tu escritura? ¡¡Sorprendida!!
Como te decía más arribas no encuentro críticas virulentas o viscerales. El
mundo de la romántica en España es pequeño y nos conocemos todas. Y la tensión,
la envidia, los malos rollos, se palpan en el ambiente. Hablaba no hace mucho
con una autora boliviana sobre ello y me decía que al otro lado del Atlántico
se vive de otro modo, que hay grupos de amigas, pero que seguramente el enorme
territorio geográfico impide reuniones, lo que es malo porque no se toman el
pulso y hablan entre ellas lo que no se puede dejar escrito, pero es bueno
porque se evitan roces.
Lo llaman, me decía, “otro lío más de las españolas” cada vez que surge una
polémica.
No haberme visto envuelta en ninguna en estos años me sorprende. En mis
días optimistas me digo que me respetan. El resto, que no soy lo bastante
interesante, jajaja.
¿Cuál sería tu frase para colgar en
la pared? Un consejo que me
dieron desde El Rincón de la Novela Romántica “No publiques nada peor que lo
anterior, y sobre todo, no te metas en líos”. No entendí nada, pero con el
tiempo las dos cosas se explican por sí solas.
Ahora que ya hemos presentado un
poco más a la que consideramos nuestra amiga vamos a hablar de Cuando la pasión
despierta, y un poquito de tus obras anteriores.
¿Qué personaje se parece más a ti? Ufff, ¿amiga? Diría que habéis ejercido de
psicólogas, jajaja. No he dicho nada que no diga en voz alta cada vez que nos
reunimos. Pero no le estoy dando “vidilla” a la entrevista. Así que ¡venga!,
cambio el chip.
El personaje que más se me parece es Judith, creo. Sabe de finanzas, como
yo; es independiente en el peor de los sentidos, porque en realidad casi va a
la suya, como yo… ¡¡Y está loca por James, como yo!!
¿Cuál es tu personaje preferido?
¿Por qué? James. Me gusta porque
lo tiene todo y no se ha echado a perder. Porque puedes contar con él, porque
es un hombre recto y de palabra…
Me enamora porque le contraría que la vida no sea como él decide que debe
ser. Me encanta su cara (sí, se la veo, ¿vosotras no?) cuando alguien le
remarca un defecto, o le dice que no a uno de sus… ya no deseos o caprichos,
sino a un comentario. Es duque, y no es que sea arrogante, es que le han dicho
que la vida será como él decida. Y hasta la fecha ha sido así en todo.
Estudios, dinero, mujeres… pero también en pequeños detalles como vestirse,
comer, comprar un libro, viajar a un lugar u otro, que se le abran las puertas
cuando quiere visitar a alguien… Nunca ha sido contrariado, y le desconcierta
cuando ocurre.
Y eso me enamora. Me dan ganas de pasarle la mano por el pelo, sonreírle
con dulzura y darle un beso suave en los labios para reconfortarle.
¿Cuál es el personaje que te ha
costado más construir, ya sea debido a que no te cae bien o a su complejidad? Richard Illisgswroth.
Si existe un personaje que va completamente a su bola (disculpad el
coloquialismo), que no hace caso, que ignora lo que no le interesa, y que cree
que su encanto lo sacará de cualquier aprieto, incluido el que pueda tener
conmigo, que soy quien escribe su vida, ese es Sunder.
En la primera novela que escribí, que fue la historia de James y Judith y
que nada tiene que ver en cómo está contada la que ahora tenéis en las
estanterías y, espero, en las manos, solo tenía que acercarse un poco a Nicole.
Stanfort no es tonto, sabría a qué atenerse. ¡Pues decidió cortejarla! ¿A ti te
dijo que fuera a hacerlo? A mí tampoco, y de pronto en un baile se enfada, y en
vez de liarla tan impulsivo como es, se sale por la tangente delante de mis
narices y baila, todo encantador él, con Nick.
Y maldito sea que sabe que cuando hace algo me cuesta corregirlo después,
porque no me creo otra reacción. De todos mis personajes Richard es el más
espontáneo, el que mejor se muestra.
En la historia de April solo tenía que proponer cabalgar, nada más. Eso y
desviarse por otro camino y llegar más tarde para que Julian y James estuvieran
solos con April unos minutos. Lo que no tenía que hacer era llegar y quedar
prendado de ella nada más verla. Sí, April es hermosa y sí, Richard un amante
de la belleza. ¡¡Pero no hacía falta que me liara la trama!!
Y en la suya propia… no haremos spoilers pero diré que pretendió cumplir su
amenaza en la noche de bodas. Aquí sí me planté y le juré que le obligaría a derruir
Stanfot Manor piedra a piedra, que James se llevaba a Nicole y que se arreglara
la vida para reconquistarla.
Pero el vizconde es alocado, no idiota. Y rectificó.
Como veréis es nombrar a Richard Illingsworth y me sulfuro. Ainsss, cómo me
las ha hecho pasar.
Me gusta mucho la idea de los tres
mosqueteros, tres hombres de posición alta con alergia al compromiso. Sé que la
novela de Dumas es una de tus favoritas ¿Si tuvieras que intercambiar los
papeles quien sería Athos, Porthos y quién Aramis? ¿Por qué? Athos, inteligente, estratega, bien considerado…
James, ¿alguien lo dudaba?. Aramis,
el seductor –olvidemos el carácter religioso– sería Richard. Y Porthos sería Julian no por
exclusión, sino porque ha sido militar. Si hubiera que batallar en serio, sería
el referente.
¿Sabes que no me lo había planteado, y cuadran? ¡Me encanta, gracias!
Los personajes femeninos no son lo
que los estandartes de la época marcaba, son listas, fuertes e inteligentes,
nada pusilánimes ni dulcificadas, son parecidas en parte a las mujeres de hoy
¿Te has inspirado en alguien en concreto? No, como dicen en las películas y novelas de éxito “toda la historia y los
personajes son ficción, cualquier parecido con la realidad es mera
coincidencia”.
Pero los personajes femeninos han sido complicados. Cuando escribes una
novela en una época determinada tienes que regirte por las normas de aquella
época. Y afirmo, porque es lo que quiero leer, y por tanto lo que intento
escribir. Puedes obviar el hecho de que los baños no eran diarios, ni
semanales… y que se orinaba en la mesa porque el mayordomo te traía el orinal y
te volvías y solucionado… hay cosas que no es necesario explicar, ni tampoco
disfrazar. No las cuentas, y solucionado. Tus personajes no van al baño y
huelen a cuero, rosas, blablá. Así que se le presume una higiene como la
nuestra y fuera.
Mary Wollstoncraft |
Pero lo que no le puedes presumir es una vida social distinta a la que
había. Antes he mencionado a Mary Wollstoncraft. Fue madre soltera, amante
notoria y pública de un hombre casado, lo que le supuso un destierro social. Y
volvió a quedarse embarazada de otro hombre, con quien sí se casó por las
apariencias –que era a él a quien preocupaban, no a ella– y con quien nunca
vivió. Mary Wollstonecraft no podía salir de casa sin ser ofendida y agraviada
de todos los modos posibles. Así que vivía un exilio domiciliario, porque por
fuerte que seas no puedes soportar la presión de que todo el mundo te señale
siempre.
En “Cuando el corazón perdona” hubo quien me propuso un divorcio. Pero es
algo que no se puede ni mencionar en la historia como posibilidad, separación
sí divorcio no, o no cuando Jorge IV, aún regente, presumía de haber intimado
solo tres veces con su la Princesa Carlota, tenía un matrimonio de papel mojado,
y nunca logró que el Parlamento le concediera el divorcio, ni que cambiara un
proyecto de ley para intentarlo siquiera.
Dentro de los márgenes sociales lo que procuras es no frivolizarlas, e
intentar que piensen en algo más que en ser las más bellas y las que mejor
marido logren. Nicole, de hecho, es una mujer de carácter, de acuerdo, pero
convencida como James de que su vida será como ella quiera: y lo que quiere es
ser la más hermosa y cazar al mejor partido de la temporada. Solo intenté
dotarla de “algo más”, o que el lector entendiera qué la motivaba a algo tan
superficial, para que no la detestaran.
Judith y April son distintas, pero porque no han podido ser como Nicole. En
otras circunstancias, quién sabe… Eso sí, no hubieran sido bobas. ¡¡No podría
con una “prota” así!! En lugar de acabar bien, la novela acabaría en
ahogamiento por accidente en el Támesis, ¿os imagináis?, jajaja.
En tus novelas muestras unos
personajes marcados por la vida y la sociedad de puertas hacia fuera, pero que
intentan seguir adelante gracias a la amistad, la lealtad, el amor, la
honestidad, la familia, la verdad … entre otros valores que actualmente parecen
estar desapareciendo ¿Sientes que estas aportando un granito de arena a cada
alma de lector? No lo pretendo.
Siempre he dicho que leo por disfrutar, que si leyera por aprender cogería la
enciclopedia, empezaría por la A y terminaría con la Z. No quiero que nadie
reflexione, quiero que disfrute.
Pero soy una privilegiada: vivo rodeada de una familia y amigos con los que
mantengo una relación de amistad, lealtad, honestidad, sinceridad, y que
anteponen a la familia al hedonismo… No todos son así –no sé si yo llego a
tales estándares– y no siempre te das cuenta de ello hasta que te han hecho
daño, pero puedo afirmar que en mi vida estoy rodeada de mucho de todo lo que
escribo.
¡¡Excepto de héroes de novela!! Ahora que se acercan las Navidades estoy
por pedirme uno… ¿alguien sabe dónde se encargan, eh?
Sabemos que el título de Cuando la
pasión espera era otro y que lo has cambiado ¿Ha sido solo por motivos
estéticos o al reescribirla ha nacido otra novela con otro nombre? La novela reescrita mantiene la línea de los
hechos, pero aquella otra la conté yo en mi inexperiencia, esta me la han
contado ellos. Aquí éramos tres al teclado. Y se nota, es un gozo.
En cuanto al título… Soy terrible con ellos. No logro uno a derechas.
Confieso que estos títulos con “amor, corazón, pasión” y cosas así me cuestan,
tanto como las portadas que comentábamos antes. Seguramente por eso ya no me
molesto en ponerlos, sino que es tarea que dejo a la editorial directamente, y
en mi archivo pongo “Julian y April” y Santas Pascuas. Pero es que, claro, si
es romántica ¿qué pondremos?, ¿”Cuando crezca la hierba y haya que segarla”?
Pues eso, corazones, pasiones, amores, jajaja.
¿Cuál sería la banda sonora de Cuando
la pasión espera? No soy una
melómana. Me encanta la música y la disfruto mucho, en distintos estilos, soy
ecléctica. Pero nunca he sido de las de poner la radio en el coche para
escucharla.
Así, a bote pronto… “Something stupid”, de Sinatra, porque como dice él,
todo va bien y es bonito “hasta que llego yo y lo estropeo diciendo algo
estúpido, como te quiero”.
Si tuvieras la oportunidad de
cambiar algo o añadirlo en la novela ¿Lo harías? ¿Qué seria? A día de hoy la respuesta es un NO, que una vez
publicada, hay que permitir que sean otros quien la juzgue y la destripen, que
tu tarea ya ha terminado y hay que dejarla marchar. Y la convicción viene de mi
primera novela.
Hace tres años hubiera suplicado porque me devolvieran “Cuando la pasión
espera” para reescribirla con un mejor tono histórico. Cuando leí las críticas
al respecto mi cara fue de “¿tono histórico?, un momento, a mí nadie me había
hablado del tono histórico”. Y no era una cara divertida, la mía. Es lo que
tiene sentarse a escribir sin haber hecho ningún curso, escribir sin pretender
escribir una novela, en realidad. Me agobió, la leí como diez veces, en serio,
mirando dónde habría que corregir, llegué a abrir un Word…
Pero ahora, cuando la miro, sonrío y pienso “ese fue mi primer paso; no fue
muy firme, pero fue el primero”.
No sé si es descabellado o soberbio. Pero en todo caso no podré cambiar
nada, así que me consuelo con lo del primer paso, supongo, jijiji.
La trama gira en torno al destino, a
dos almas unidas por el amor verdadero y por una promesa de lealtad, pero todo
ello va envuelto en una trama definida y muy bien relatada ¿Cómo ha sido el
trabajo de hacer encajar esta historia con las dos anteriores dado a que en
realidad esta fue la primera en escribirse? La parte cronológica, fechas y otros detalles, es sencilla porque se nutre
con imaginación, con momentos paralelos, o con silencios. A veces me empeñaba
en encajar a Julian y April y después de cavilar y cavilar me daba cuenta de
que podía dejarlos en Durham sin más explicaciones.
Lo que más me preocupó aquí es que la historia ocupa dos años y medio de
tiempo, y no quería hacer lo que otras autoras hacen y que como lectora
detesto: dejar que pasen cinco meses y meter un capítulo entero de resumen de
esos cinco meses. Me aburre, me “mata”. Así que me obligué a “ser breve”, lo
que a estas alturas veréis que no me fue nada fácil, jajaja. Pero en esta
historia, que se escribió casi sola, el reto fueron los espacios de tiempo que
no interesaban. Creo que los cubrí bien. La editora, las correctoras, y las
tres o cuatro personas de confianza no me mencionaron nada al respecto, así que
entiendo que lo conseguí.
¿Podemos esperar reencontrarnos con ellos
próximamente o das la historia por finalizada? ¿Quizás se nos ha escapado un
D’Artagnan? Jajaja. Está “Una
última temporada”, que es la historia del hijo de James, Alex, y la hija de
Julian, May. Curiosamente Richard es padrino de ambos. Fue sin querer. Monté
una historia victoriana porque la protagonista femenina quería una vida que en
1820 no era posible. Necesitaba a dos amigos de la infancia, y de pronto, no sé
bien cómo, tenía a esos dos en mi teclado dando saltitos sobre las teclas.
No quería, no quiero hacer sagas eternas. De hecho Los Mosqueteros salen lo
justo, nada de escenas baldías sin necesidad.
Pero finalmente ha habido D’Artagnan.
Y quizá, si las ventas en ebook acompañan, podamos verla en papel.
Imagínate que se te acerca una
lectora que no ha leído tus libros y te pregunta por cual empezar. ¿Mantendrías
el orden de publicación o intercalarías los títulos? Cierto es que se pueden
leer de manera independiente. Se
pueden leer en cualquier orden. La editorial midió mucho que no hubiera
spoilers. Voy a pecar de vanidosa, pero si siguen el orden cronológico se
dejarán para el final mi primera novela. Sí, esa de “nadie me dijo nada del
tono histórico”, e ir de menos a más para caer en la última… ufff, mi ego
sufreee jajaja. Cuando me preguntan a través de las redes qué orden seguir les
digo exactamente esto. Y que decidan. Y que después me digan qué han decidido.
Muchas siguen el orden cronológico. Y de momento no he recibido quejas.
Pero claro, supongo que iban sobre aviso, jijiji.
De entre todas tus novelas ¿Cuál
sería la niña de tus ojos? ¿Por qué? No es la novela, es él. James fue mi primer héroe. Y creo que estará mucho
tiempo conmigo. Sobre todo porque me acompañó en un momento complicado de mi
vida, y siguió a mi lado después, cuando las cosas volvieron a torcerse. Diría
que James es mi refugio.
Aunque cuando estoy con algo distinto en la mesa soy promiscua. Ey, pero eso
es secreto, ¡discreción, señoritas!
¿Cuál es la gran diferencia para un
escritor entre una novela iniciada de cero y el hecho de reescribirla desde el
principio? No lo sé porque no
estoy segura de haberlo hecho nunca, en realidad. La otra historia la borré del
ordenador y partí de cero, para empezar ocho años, antes en una escena que no
existía con anterioridad.
O yo no sé trabajar sobre escrito a ese nivel, o se nota mucho. Tengo una
compañera que cogió una novela inacabada de un cajón, la corrigió y la continuó
hasta terminarla. La leí y supe exactamente cuándo había dejado de escribir
años atrás. Me lo confirmó después tras una pregunta que nada tenía que ver con
lo que quería saber y que ni siquiera había formulado yo. Y es una buena
escritora.
Lo que quiero decir es que cuando maduras no es que uses unos u otros
tiempos verbales o conozcas mejor o peor las formas de la época, que también.
Lo que aprendes, o yo al menos, es a enfocar la escena en un lugar u otro, y en
un momento del día o de la noche en concreto para explotar al máximo, o lo
mejor que sabes, lo que quieres hacer. Si te ciñes a algo ya escrito no cambias
de escenario, ni de momento. Solo cambias la forma de escribir. Y me temo que
en algunos casos solo sirve para meter párrafos y más párrafos, y otros para
perder frescura.
No obstante después de aquella anécdota no dejo de preguntarme cuántas
autoras corregirán sobre escrito y lo harán tan bien que nadie lo sabrá. Porque
no todos hacemos bien o mal las mismas cosas… En todo caso, y afortunadamente
para mí, yo no tengo un cajón de donde sacar nada.
¿Tienes ya algún proyecto nuevo
entre manos o alguna idea en el cajón? Ideas en el cajón de mi cabeza, como para siete u ocho novelas, y eso que
hace tiempo que no sueño nada nuevo, jajaja.
Ahora mismo estoy con mi seudónimo de pija, como le llamo yo, mientras
espero a ver si “Una última temporada” se lee en negro sobre blanco. Aunque no
me preocupa.
Estoy con una historia actual, una nylon, como las llaman, que transcurre
entre Nueva York y Londres, y es algo que lleva más de dos años en mi cabeza,
pero como Brandy Manhattan no existía no encontraba voz para contarla. Es
curioso cómo me identifico con Ruth o Brandy en función de lo que quiero
escribir, y sobre todo cómo quiero escribirlo.
¿Esperabas un éxito tan abrumador
con tus tres títulos publicados? No, en absoluto. En realidad no esperaba nada, solo matar el tiempo
mientras pasaba una baja muy larga, tanto que ocupó casi tres años de mi vida.
No voy a quejarme, pero me considero un poco mimada en el sentido de que
escribí dos novelas, las mandé a un certamen como el Vergara-RNR, y quedé
primera y tercera (entonces podías enviar más de una), salí en papel y la
novela pasó por edición en Círculo, B de bolsillo, quince países
hispanohablantes además de Brasil y tres estados de USA, y de arrasar en
amazon.es y .com.
En esta última novela, la de D’Artagnan, cuando me presentaron el proyecto
de “La Selección RNR”, me dijeron que en principio era ebook y que en función
de las ventas iba o no a papel. Y mi respuesta fue “no me preocupa”. No porque
crea que será un éxito, sino porque no tengo ese “ego papel”, o disculpadme,
diré mejor “ambición papel”, porque llegó solo y por la puerta grande.
No sé si es bueno porque me quita presión, o es malo porque me resta
ambición. En todo caso sigo haciendo las cosas como sé y me enseñan.
Para finalizar y no abusar de tu
tiempo, te agradecería que respondieras la pregunta de la casa:
¿Qué pregunta nunca te han hecho y
crees que es importante? ¿Nos la contestas?
¿¿Una pregunta que no me hayan hecho nunca?? Pero si esto ha sido un tercer
grado en toda regla, jajajaja.
Pero he disfrutado como una enana. Disculpad la seriedad del principio, la
novela romántica es algo que me estimo mucho para frivolizar con ella, o
tomármela a broma, pero ha sido hablar de Los Mosqueteros y soltarme la melena.
Cortita, pero suelta.
Antes de que me despidáis quiero daros las gracias por fantástica la reseña
que hicisteis de “Cuando el amor despierta”. No cuelgo reseñas mías en ningún
sitio, no me gusta, se me hace un poco raro. Pero la vuestra me llegó. Porque
venía de una librería, sí, tal vez, pero sobre todo por cómo estaba escrita,
por cómo se trataba la novela, y porque tenía alma. Sentí ese algo que siento
yo cuando leo algo que me gusta. Y me emocionó.
Así que gracias por tomaros el tiempo para leer las novelas románticas así,
y hacer las reseñas del mismo modo.
Un beso, y ojalá pronto podamos conocernos, con suerte con una copa de vino
en la mano y un montón de libros a nuestro alrededor.