Ya
no es posible ocultar la verdad.
Las
compuertas están abiertas y se ha desatado el caos.
Nuestro
futuro pasa por un nuevo descenso a los infiernos.
Hoy
nos vamos a despedir de una brillante trilogía, todos aquellos lectores que
hemos sucumbido a “Condenados” y que hemos cruzado “Las puertas de las tinieblas” junto a Glenn Cooper,
vamos a dar el paso final y luchar contra La
invasión de las tinieblas.
Personalmente,
puede que no sea muy objetiva, dado que soy una gran seguidora de este autor,
un hombre capaz de crear un thriller con su vertiente histórica y combinarlo
con lo bueno y lo malo de la humanidad sin dejar un solo cabo suelto.
Carga
sobre sus espaldas títulos como “La biblioteca de los muertos”, “El libro de
las almas”, “El fin de los escribas”, “La llave del destino”, “La piedra de fuego” y “La marca del diablo” y ahora tras esta trilogía no nos
queda más remedio que esperar su próxima genialidad.
Esta
tercera entrega empieza justo donde terminó la anterior, no hay salto temporal,
es el siguiente punto en un bordado perfecto.
La
puerta entre nuestro mundo y el universo de los condenados está abierta, cada
vez más abierta y los intercambios entre los humanos y las almas oscuras es
constante. En el mundo se ha desatado el caos, Londres es una ciudad fantasma
invadida por las tinieblas y ni siquiera los toques de queda protegen a la
población.
Se
ha desatado el caos y un descenso a los infiernos parece el único futuro
posible.
Nuestros
intrépidos protagonistas John Camp y Emily Loughty creen haber encontrado la
solución, buscar a Paul Loomis el mayor entendido mundial en las partículas que
han creado este caos, todo parece sencillo hasta que la realidad se presenta,
Paul Loomis cometió un crimen y está en el universo de los Condenados, este
hecho será el detonante que los lleve allí de nuevo, muy a su pesar.
Poco
os voy a desvelar más de la trama, porque un spoiler de un final es lo peor que
se puede hacer y me gustaría que cada uno de vosotros pudiera descubrir sus
giros argumentales, sus personajes complejos y en los que el autor esconde muchos
defectos y virtudes de la humanidad.
Su
prosa habla por sí sola, el tempo de la narración no decae en ningún momento y
su final es brillante, un giro tan inesperado, un acto de fe y de amor tan
colosal que me ha dejado sin aliento.
Mientras
las puertas sigan abiertas podéis asomaros a sus primeras páginas que nos cede Grijalbo.
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