Por Ángela Sánchez Vicente
Hoy necesito hablaros de una de las novelas que más veces
he releído y de la que me sé la mayoría de las frases de memoria… de esas
historias que te sobrecogen, te dejan con un nudo en la garganta y en las que
el llanto te deja inmóvil mostrándonos la belleza del amor, su
incondicionalidad y su capacidad sanadora.
Sí, estoy hablando del éxito de hace unos quince años
titulado El cuaderno de Noah, que en 2004 se llevó a la gran
pantalla y recientemente se ha vuelto a poner en cartel.
El autor del libro, Nicholas
Sparks, nos muestra una prosa fotográfica mientras nos acompaña por el amor
vital de Noah y Allie.
Noah es un chico que trabaja en el aserradero cobrando
apenas cuarenta centavos a la hora y no dispone de muchos ahorros. Su padre es
su gran apoyo y Walt Witman su inspiración pues recitando sus poemas superó su
problema de tartamudez. Se puede decir que sin tener nada lo tenía todo.
Allie es una chica perteneciente a una familia adinerada
a la que obligan a estudiar una carrera universitaria obviando que su gran
pasión es pintar. Una familia muy rígida que teniendo bienes materiales son
pobres en afectos.
Noah verá en Allie al amor de su vida y hará lo imposible
por conquistar su corazón, aunque no hará falta pues si algo les une es el gran
amor que se profesan. Es un intenso verano pero una discusión tonta los alejará
y la Segunda Guerra Mundial hará que sus destinos se separen por un tiempo.
Él se alista con su mejor amigo Finn mientras ella será
enfermera. Él volverá con esperanzas renovadas y cumplirá su sueño de
reconstruir la casa de sus sueños mientras ella se enamorará de un adinerado
héroe de guerra al que su familia adorará y antes de que se dé cuenta ya
llevará el anillo de prometida en el dedo.
Noah se consuela cada mañana remando por el lago tratando
de ahogar su frustración y ella planeando una boda que le importa bastante poco
hasta que en el día de la prueba del vestido verá la foto de sociedad en que
Noah Calhoun se ha hecho delante de su casa, esa casa blanca con ventanales
azules y grandes porches que iba a ser de los dos.
La chica no puede más y en un arrebato de coraje con ella
misma vuelve al pueblo a encontrarlo y parece que el tiempo no ha pasado, sólo
tiene un reproche… ¿Y las cartas que prometió escribir? Ella creía que no le
escribió nunca más pero la verdad es que él cumplió su palabra pero la madre de
ella las interceptaba.
Su amor estaba inconcluso y se merecían un final feliz.
Años más tarde y narrado en paralelo vemos como un hombre
anciano le narra a su mujer, perdida en sus recuerdos, su historia de amor día
a día tratando de que ella vuelva algún día a recordarlo.
¿Podrá este amor obrar el milagro?
La manera de saltar del presente a los recuerdos de su
juventud le da un toque romántico y soñador que es increíble a la vez que vemos
como un amor puede ser inmortal y capaz de vencer cualquier barrera.
Él le cumplió todos los sueños y ella se enfrentó a su
entorno por él. Ellos podían ser estrellas fugaces si estaban juntos.
De la mano de Salamandra
en castellano y de Roca en
catalán podemos rescatar esta bella historia y ver aquellas semejanzas que hay
con la película y aquellos puntos de discrepancia.
Realmente ambas versiones son impresionantemente bellas y
tiernas pero tienen sus matices.
Para señalar alguna diferencia: en el libro Lou Hammon es
mucho mayor que Allie mientras en la película son de la misma edad, en la
novela Finn siempre ha estado enamorado en secreto de Allie y nada de nada en
el film, en la novela las cartas duran un año y son diarias y en la novela son
mensuales durante dos años y seis meses…
La esencia es la misma y el público tiene que deliberar.
Mi elección es, como una grandísima excepción, quedarme con las dos, creo que
es una adaptación cinematográfica muy digna.
No os perdáis la ocasión de pasar una temporada en Carolina
del Sur viendo como las ocas hacen su migración. Ellos os están esperando.
¿A qué esperáis?
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