Por Raúl Gotor
"Donna Tartt ha puesto al día las reglas de los grandes maestros del siglo XIX, siguiendo a Dickens pero también a los personajes de Breaking Bad, para escribir El jilguero, probablemente el primer clásico del siglo XXI"
De la mano de Debolsillo nos llega El Jilguero una historia narrada en primera persona por su protagonista Theo, que presencia un episodio terrible a sus 10 años: la muerte de su madre, de la cual se hace directamente responsable, en un atentado al Metropolitan Museum de Nueva York.
Donna
Tartt es la cabeza pensante de esta historia, la cual nos viene contada por el
protagonista (corpóreo) veinte años después de que sucedan los hechos. Sólo
sabemos de él que en la actualidad se encuentra encerrado desde hace más de una
semana en un hotel de Ámsterdam drogado y borracho ¿Cómo ha llegado hasta allí?
En esta historia atendemos las idas y venidas del joven
Theo Decker que ve como su mundo se tambalea para apenas tocar con las yemas de
los dedos una estabilidad normalizada. Cambio de familias, de paisajes, de personajes
(como su “alter ego pelirrojo” Pippa, o Boris, un joven arrebatadoramente
carismático a la par que peligrosamente adictivo y para mí una de las grandes
bazas de la historia) harán que su vida tome derroteros de los cuales estaremos
o no de acuerdo.
Narrada con maestría y con una profundidad enorme de los
personajes, no salva el hecho que se quede corta en otros aspectos y en según
qué partes llegue a hacerse un tanto monótona.
No obstante, recomendaría la obra de El Jilguero para una temporada tranquila, preferiblemente invernal,
donde podamos llegar a saborear toda la filosofía y matices que subyacen de
cada uno de los personajes en, dicen, “la primera gran novela del Siglo XXI”.
Tratando temas imperecederos como la levedad del ser, la
fragilidad del alma, lo complicado de las relaciones personales o la
transmutación de los sentimientos hacia las cosas, crean un tratado más
profundo que novedoso y actual donde el principal protagonista no es
simplemente un joven perdido en el mundo.
Cuatro años ha tardado Donna Tartt en realizar su obra,
la cual aconsejo, si el lector debe desplazarse en algún momento de la lectura,
la adquiera en formato digital debido a su gran tamaño (1.152 páginas y tapa
blanda). Durante este tiempo se ha madurado un producto con muchas críticas,
muchas de ellas estupendas.
Sinceramente, creo que la historia que se nos narra
podría haber tirado mucho más al thriller y el suspense y no dejar al verdadero
protagonista (el cuadro El Jilguero de Carel Fabritius datado en 1654) en un
simple segundo plano del cual no podrá resarcirse en toda la obra.
Aún así,
magistral por su laberinto de deducciones sobre la vida, el arte y el papel que
desempeña éste en cada una de nuestras vidas.