divendres, 22 de juny del 2018

El hombre invisible


H.G.Wells uno de los padres de la ficción en mi modesta opinión exploró en El hombre invisible los límites éticos de la ciencia y la obligación del científico de actuar de forma ética y moral más allá del poder que le otorgan sus descubrimientos, transformando así a su personaje principal, el Doctor Griffin en un hombre que por codicia explora los límites de lo inimaginable con un efecto secundario no deseado.

El Doctor Griffin descubre la manera de alterar su propio cuerpo de manera que se adapte al ambiente refractando la luz, la cuestión es que tras este descubrimiento intentará encontrar la manera de reverter sus efectos.

Así comienza la historia que muchos conocemos gracias a su novela o a las diversas adaptaciones cinematográficas más o menos fieles al original.

Este llega a la posada The Coach and Horses envuelto en vendas y tapado con un grueso abrigo y sombrero, un hombre solitario que trajina en su habitación con sustancias químicas, hecho que coincide con diversos robos aunque nunca se ve al ladrón.

Lo que nuestro hombre invisible no preveía era la reacción de los demás y como le afecta a él el poder del miedo que genera, un poder que crece en su interior envenenándole la mente y transformándolo en un lunático con ansias de gobernar e imponer su reino de terror.

Poco más puedo decir de la prosa del autor, contundente, con las palabras bien medidas y con un tempo que se adapta a las circunstancias, pero en este caso y en el ejemplar que nos presenta Libros del zorro rojo lo que hay que destacar son sus ilustraciones.

No puedo negar que soy una incondicional de los volúmenes que esta editorial nos presenta transformando grandes obras de culto en algo más tangible y con una gran visión pictórica, si se me permite la expresión.

Esta vez será Luis Scafati quien nos mostrará el mundo tortuoso de nuestro amigo invisible haciéndole visible en alma y finalmente en cuerpo.

Ilustraciones a página completa y a doble página donde solo se combinan el blanco y negro, sus superposiciones y las ilusiones que provocan sus contrastes, un juego de luces y sombras que nos llevan a sumergirnos en la locura, en aquello que sus personajes no ven pero que sienten.

Del mismo modo que nos conmovió con las ilustraciones de “Drácula” donde ilustraciones oscuras, siniestras, sinuosas, lúgubres, poco abstractas y muy conceptuales, con toques metafóricos y pequeños detalles atraían la atención del lector.

Todo un maestro capaz de mostrar lo invisible y ocultar lo visible. Nada es azaroso en sus ilustraciones.